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Entran en juego desde el acceso a servicios sociales básicos de calidad, como agua y saneamiento o educación. Se habla así del padecimiento de las diversas formas que asume la exclusión: desde discriminaciones sociales -ser distinto por ser pobre- a discriminaciones por género, étnica o religión.
Aquí entran en escena los diversos rostros que adquiere la desigualdad: tanto las desigualdades verticales o jerárquicas, que deben su explicación a disparidades sociales y de ingresos, como las diferencias horizontales, que aluden a la negación de derechos a causa de la discriminación y el no reconocimiento.
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