
Memoria para recordar el genocidio perpetrado por los nazis (la directora insiste en incorporar a gitanos, homosexuales y activistas disidentes entre las víctimas de un terror en general asociado de manera casi excluyente al sufrimiento del pueblo judío) y arte al señalar la importancia del dibujo y la música como último recurso de evasión/catarsis contra el horror, en suma, como refugio para la salud mental.
Si bien apela a la contundencia de ciertas imágenes, Helstein evita los golpes bajos. El largometraje hila las entrevistas a partir de una narración en off, a la que la poetisa Maya Angelou presta su hermosa voz y su perfecta dicción.

Quizás lo más impresionante de este documental no sean las declaraciones de los entrevistados, ni las fotos de archivo, ni los mismísimos dibujos recuperados. No… Lo más impresionante es la mirada de quienes hoy recuerdan y relatan, y la mirada de papel de quienes padecieron, perecieron y por lo tanto nunca pudieron contar… cómo lo vieron sus ojos.
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